Animal Acorralado

Llega un punto de inflexión en la vida en el que la introspección se adueña del reflejo en el espejo y solo ves las profundidades de un animal asustado mirando vagamente una imagen rota y sucia.

Un animal que calla frente a un largo laberinto sin salida, que quiso sentirse parte de algo y consiguió sentirse parte de nada. Un animal asustado vagando por un inmenso bosque entre la espesa niebla sintiéndose caer en una depresión somnolienta de tonos grises con brillos agónicos.

Un animal que termina en un callejón angosto rodeado de mártires, en el metro más profundo de la mente, pensando a dónde y cómo ir.

El paisaje es frío y húmedo, aunque los pasajeros lo vean cálido y la tempestad ya haya amainado. Hay mucha gente, pero nadie lo ve, los perros lo huelen, pero pasan de largo. Empieza de nuevo a llover y ya puede llorar porque una lágrima se esconde entre gotas cristalinas que empapan las calles en una noche oscura. Los sentimientos acompañan la noche y entre bambalinas se esconden pensamientos furtivos. 

Sí, se aferra a la tierra, pero su tierra impide que salga del laberinto, encuentre la salida del bosque, huya del metro o escape del callejón.

Está encerrado el animal, sin salida, en la inmensidad y bajo tierra, y por mucho que llame no hay respuesta válida, por eso renuncia. El problema es que el animal no eligió formar parte de la nada, sino que no le quedó nada más.

 

Comentarios

  1. Si nos creemos libres es que no tenemos ni idea de lo grande que es nuestra prisión.

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  2. La vacuidad de la existencia arraiga en nosotros y el único escape es la creatividad de una mente abstracta.

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