La escala musical
Solo
espero sentado en un balcón a que vuelva
la mujer de la que, enamorado, pierdo toda racionalidad. En la que pienso dormido y
por la que todos mis dominios son polvo y todo
demonio en mí es domado.
Mi
cuerpo revienta en demasía al regurgitar lo que retengo
y queda en mi restante vida. Después,
vuelvo a mirar por el balcón, y solo veo restos
de polvo que renacen por la
barandilla.
Ella
ya no está. Es inútil excusar mis
actos en mi espera como si aún la
esperanza fuera palpable. Camino
hacia el borde, aminorando el paso
para hacer el momento eterno, pero es necesario asumir
la derrota: mi único amor se ha ido.
La
sensación inefable de afrontar un
estado fatídico hizo que cayera como
el plomo. Allí, en el borde del balcón, bocabajo, vi como un fantasma farfullaba
palabras sueltas con afán. Era el fantasma de mi mujer, que aparecía entre las
sombras de la noche representando la más absurda falacia.
Como
una obra en el teatro del Sol,
la figura, invisible a ojos de los demás, de mi mujer escudriñaba en mi soledad, indagando sola y fría en mis
entrañas. Esta vez era diferente: antes solía entrar y llenaba todo de luz, como si
fuera el brillo del sol;
ahora solo remueve todo, creando un paisaje desolador, invernal.
Lamento tantas cosas de aquella noche que me llevó a un laberinto sin salida. Lamento no haber dicho la verdad. Me siento
como un ciego que vio por primera vez la luz cuando ocurre el acontecimiento más lamentable y melancólico de su vida.
Solo podía lamentarme,
en aquel triste balcón, mientras mis lágrimas resbalaban por la rugosa superficie de un rostro apagado.
Casi no siento estar vivo. Simplemente sigo respirando, sin saber muy bien que
más podría hacer. Si
tan solo hubiera sabido que este balcón me condujo a la más absoluta depresión, créeme que
hubiera actuado antes. Cariño, siento no haber sido tan empático, pero enseguida nos encontraremos.
Así
fue como eliminé al fantasma. Ya no había más polvo. Solo quedaron cenizas en
el balcón, y dos cuerpos bajo los focos. Como una obra musical, hasta el más dócil músico posee la solemne
posibilidad de fallar, pero mira las partituras, las recompone, y todo
vuelve a empezar.
Tenía muchísimas gracias de leerlo completo y no ha decepcionado nada. Bravo, me ha encantado de principio a fin. Enhorabuena.
ResponderEliminarmuchísimas gracias de verdad!!!!
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